Desde su nacimiento, la persona humana es un ser necesitado de los demás. En su dimensión material, depende de otros para sobrevivir, para obtener los medios que le aseguren sus necesidades básicas. En el plano de las necesidades inmateriales, en aquello que le lleva a vivir una vida humana digna y feliz, el hombre precisa siempre de la ayuda de otras personas. La propia familia, los amigos, los compañeros, los conciudadanos; todos —a distintos niveles— tienen un papel en la vida de cada persona. Por estos motivos se afirma, en la concepción clásica, que el hombre es un ser social por naturaleza.
Una manifestación clara de este carácter social es el diálogo como elemento imprescindible en la configuración de la propia personalidad. La persona se descubre a sí misma en relación a otros; encuentra su propia identidad a través del espejo de los demás. En este sentido, se puede afirmar que no existe un yo sin un tú.
En el contexto actual, los modelos basados en la cooperación entre individuos, están ganando mucho protagonismo a escala mundial. Se habla de inteligencia colectiva, de redes sociales, de liderazgo horizontal, etc. Ejemplos en los que se percibe el carácter social del hombre y la verdad del dicho popular: “la unión hace la fuerza”.
Desde una perspectiva profesional, este nuevo paradigma de relaciones interpersonales se presenta abierto y basado en el papel decisivo de la escucha. Ya no se trata de producir artículos en serie, ni de dar a todos lo mismo, sino de ser capaz de ponerse en el lugar del interlocutor y en cierta manera, anticiparse a lo que pueda necesitar. En términos de valores, a esa capacidad de ponerse en los zapatos del otro se le llama empatía.
Aprender a mirar para descubrir a quien tenemos delante. Aprender a escuchar para hacerse cargo de qué necesita. La empatía no trata de comprender al otro para nuestro beneficio, sino para beneficio suyo.
Un gran campo para el desarrollo de la empatía son las relaciones sociales laborales, ya que invitan a recuperar el interés por los demás, al mismo tiempo que favorecen la comunicación interpersonal y fortalecen la profesionalidad y los vínculos con los compañeros de trabajo.
El servicio como tarea, por su carácter dinámico, se realiza para los demás y en colaboración con ellos, y por lo tanto va de la mano de la empatía. Un equipo compenetrado requiere que todos sus integrantes posean una actitud abierta y proactiva que favorezca el diálogo y genere vías que faciliten salir al encuentro del otro para entre todos, sacar adelante las soluciones propuestas.
Servicio y trabajo en equipo nacen de una misma convicción: la realidad de que todo ser humano necesita ser asistido en sus carencias. Todo servicio implica un reconocimiento de la complementariedad y del valor del otro, como también el trabajo en equipo conlleva la aceptación de los propios límites y el enriquecimiento personal. En definitiva, se trata de recorrer el camino de la empatía, que lleva hacia el interés, la escucha y la colaboración, para facilitar que se estrechen los vínculos interpersonales que hacen equipo.
El Congreso Incontro Romano 2015 quiere proponer la reflexión acerca de estos valores en alza y de su relación con el servicio.
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